MUSHUSHU, EL DRAGÓN QUE QUISO SER DINOSAURIO
Si visitamos el Museo de Pergamon de Berlín, podremos descubrir
uno de los objetos más bellos que produjo Mesopotamia y que ha llegado a
nuestros días. En una de las salas está reconstruida de forma cuidadosa la impresionante
y maravillosa Puerta de Ishtar de Babilonia. Entre sus ladrillos vidriados
azules destacan figuras de animales, sobre todo leones, y también se puede
observar la figura de un animal extraño: se trata de uno de los más famosos
seres de la mitología de los dos ríos, el dragón Mushushu.
Como buen dragón presenta escamas sobre su piel, patas
traseras de águila, delanteras de león, una larga y delgada cola, largo e igualmente delgado cuello,
lengua de serpiente y una cresta de incierto origen. Hay otros dragones en la
mitología mesopotámica, pero ninguno tan imaginativo ni elaborado, aunque todos
ellos comparten algo de naturaleza de ofidio. Tanto es así que el mismo nombre,
Mushushu, traducido del acadio,
significaría “serpiente feroz”.
Nuestro dragón no solamente estuvo metido en varias peleas
acompañando al dios Marduk, al cual estaba unido por la religión, sino que su
fama trascendió a Babilonia, ya que se piensa que con los siglos dio origen al
mito griego de la Hidra. Incluso aparece en la Biblia, en unos pasajes del
Libro de Daniel, aunque algunas iglesias protestantes los consideran apócrifos.
Sin embargo, tal vez el hecho más singular de la historia de
este mítico animal es que el mismísimo descubridor de la Puerta de Ishtar, el
arqueólogo Robert Koldewey, consideraba que este dragón había tenido una
existencia real. La razón por la que
pensaba esto es que en la puerta aparecen representados varios animales reales,
y Mushushu sería, por tanto, el único imaginario, lo que le hacía demasiado singular
ante los ojos del historiador. De hecho,
es el único animal mítico mesopotámico que, aparentemente, a lo largo de los
siglos no cambió de imagen ni evolucionó lo más mínimo, permaneciendo inmutable en las distintas representaciones
artísticas que se han conservado. Todo ello le hacía creer a Koldewey que era un animal
sacado de la vida real, y que había convivido con los acadios, los asirios y,
posiblemente incluso, con los babilónicos, habiéndose extinguido por razones
desconocidas. Por si fuera poco, esa idea se reforzaba con los pasajes bíblicos,
en los que el arqueólogo creía a pies juntillas, como cristiano devoto que era. Finalmente, y tras romperse mucho la cabeza,
pues las patas traseras de águila le desmontaban todos los esquemas, llegó a aventurar que Mushushu habría sido un pariente
cercano de los dinosaurios iguanodontes cuya imagen era, por entonces, la que
más se acercaba a nuestro dragón.
Hoy sabemos que nunca existió, pero gracias a la belleza de
la Puerta de Ishtar, será inmortal para todo aquel que la contemple.
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