EL CORDERO QUE PASÓ A LA HISTORIA

Los sacrificios de animales eran muy habituales entre los sumerios, y tenían un doble propósito: por una parte, se usaban como sistema de adivinación, al igual que en otras culturas y, por otra parte, se usaban como medio de transmitir peticiones a los dioses. Los dioses sumerios no hacían demasiado caso a los humanos, y en la religión sumeria el acto de elevar peticiones a los dioses se convertía en un sistema cuasi-burocrático, en el que los “sobornos” y los “enchufes” estaban a la orden del día. Un buen truco consistía en inundar de sacrificios el altar de un dios, lo que equivalía a llenarle la despensa.

Hígado de barro. Con "chuletas" como esta
se hacían los vaticinios.
La ceremonia de sacrificio era parecida a la de otros pueblos de la antigüedad. Se elegía un animal sin defectos (aparentes) y, bien adornado, se le sacrificaba ante el altar de la divinidad de turno. Eso sí. El sacerdote sacrificador iba totalmente desnudo, no sabemos por qué, y antes de cortar el cuello a la víctima propiciatoria le susurraba en una de sus orejas la petición que se deseara hacer, a fin de que se la transmitiera en persona al dios.  Con la llegada del imperio acadio, Sargón de Akhad obliga a que tanto en la administración, como en la religión, se usen los dos idiomas (acadio y sumerio), por lo que desde esa época el sacrificador susurraba la petición en ambas orejas, y en los dos idiomas.

Y es durante el imperio acadio cuando nos topamos con un hecho que se guardó en la memoria durante siglos.  El tercer monarca acadio e hijo de Sargón, Manishtushu, había tenido un reinado relativamente pacífico comparado con su antecesor, Rimush, y durante uno de los sacrificios  diarios, algo anómalo apareció en el interior de un cordero. Aunque por fuera parecía estar sano, en su hígado se descubrieron dos malformaciones.  Que en un órgano interno apareciera algo, podía ser normal, pero no se conocía el caso de dos malformaciones, a la vez, en un hígado.

Carneros para el sacrificio en el Estandarte Real de Ur.
Los pobres no saben lo que les espera.
Los sacerdotes y sacerdotisas interpretadores de presagios estuvieron varios días rompiéndose la cabeza, sin saber qué podía significar aquello, pues nada semejante estaba apuntado en los manuales de adivinación de la época. Pero apenas una semana después, el rey Manishtushu fue asesinado en un golpe de estado y se inició en el imperio una guerra civil que duró casi cinco años.  Este presagio, por tanto, se interpretó como la señal de la muerte del rey y del comienzo de  la guerra civil.

Y el hecho quedó impreso de tal manera en la memoria del clero, que siglos después, en los libros de adivinaciones encontrados en las excavaciones de Babilonia, vemos recogido el suceso con el texto: “La maldición de Manishtushu, el cordero de Manishtushu; si el animal tiene dos malformaciones en su hígado, el rey morirá y el reino se dividirá”.


¡Vaya una forma de hacer historia!

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