FÁBULAS A. E. (ANTES DE ESOPO)
Como bien cuenta el sumeriólogo Samuel Noah
Kramer en “La historia empieza en Sumer”, las primeras fábulas de la humanidad
no son las del griego Esopo, sino las que encontramos en algunas tablillas
sumerias. Si nos basamos en aquellas que
se han encontrado hasta el momento, tendremos que suponer que el animal
favorito a la hora de protagonizar esas historias era el perro, seguido por el
buey, el asno, el zorro, el cerdo, y otros como el carnero, el león, el oso…
Las fábulas presentan casi siempre una intención moralizadora, pues como es
habitual, se extraen enseñanzas y moralejas de las mismas. Sin embargo, lo más
interesante, teniendo en cuenta el tiempo transcurrido desde entonces, es la visión
que de los diversos animales tenían los sumerios, que en muchos de los casos,
difiere de la nuestra.
El fabulista griego Esopo. Lo siento, chico, se te adelantaron. |
El perro es visto como un glotón, y es
protagonista de historias que, a veces, acaban mal por culpa de su gula, como
aquella en la que un perro se larga de un banquete de boda porque solamente ve
huesos en el suelo, y supone que en otro banquete tocará a más… resultando
equivocado y quedándose en ayunas.
Curiosamente, a las perras se las presenta como ejemplo de maternidad y
amor a los retoños. Ellas hacen lo imposible por defender a un cachorro.
El zorro es el vanidoso y fanfarrón por
excelencia, al contrario que en las fábulas actuales donde es el inteligente y
astuto. En una historia un zorro le pisa la pezuña a un buey y displicentemente
le pregunta: “Uy, perdón, ¿te hice daño?”. En otra, un zorro asegura que se
apoderará de la casa de un burro (típica “víctima” de los zorros en esas
historias) y que nadie podrá oponérsele. De repente se oye a lo lejos el aullido
de un lobo, y el zorro sale corriendo mientras advierte que tiene que ir
urgentemente a una boda como testigo.
Los animales. Los grandes protagonistas de las fábulas sumerias. |
Y, precisamente, a los lobos se les presenta
como rapaces, voraces y taimados. En una
fábula muy popular, diez lobos cazan a diez corderos. Cuando se va a iniciar el
reparto, uno de ellos convence a los otros de que, ya que ellos son UN grupo de
nueve, les toca UNA parte (o sea, UN cordero), y como él es uno, le toca OTRA
parte, o sea, el RESTO (en resumen… NUEVE corderos). Lioso, pero efectivo.
De los gatos, pensaban que eran reservados y
buenos para guardar secretos, siendo casi ignorados en la literatura. Y un animal
que aparece en varias fábulas que hoy nos resulta ajeno, es la mangosta, a la
que domesticaban para cazar ratones (y posiblemente también para defenderse de
las serpientes). Los sumerios admiraban la forma tan fulminante con la que
atacaba a sus víctimas, fueran serpientes o roedores. Un proverbio famoso que
une a ambos animales dice: “El gato… por sus pensamientos; la mangosta… por sus
acciones”.
El cerdo era un animal muy querido por los
sumerios. Un proverbio, que nos suena muy actual, dice de él: “Del cerdo se
comen hasta las pezuñas”. En una fábula
un carnicero está a punto de degollar a un cerdo y éste gruñe desesperado. El
carnicero le dice: “Tu padre y tu abuelo siguieron este mismo camino… ¿Y tú todavía
gritas?”. Esta historia se entiende mejor señalando que, para los sumerios, lo
habitual era que un hijo siguiera los pasos y el oficio del padre.
El asno es el animal que más coincide con
nuestra visión actual. Siempre es la víctima de otros, cargando grandes pesos,
y con una vida desastrosa y dura. Es
objeto de burlas crueles: “Mi asno no sirve para correr, sino para rebuznar”;
de comparaciones más crueles aún: “Es tan sucio, que no se sabe quién es el
asno, y quién el palafrenero”; y cuando se asocia con zorros, invariablemente
acaba pagando el pato y cobrando las culpas de los otros. Es la víctima
perfecta para las historias con un triste epílogo.
La historia de Androcles y el león. Más antigua de lo que parece. |
Y hemos dejado al león para el final, pues es
uno de los animales más complejos de las fábulas sumerias, seguramente por la
fascinación que despertaba entre las gentes de los dos ríos. Por una parte destacan su valor y su sagacidad
para camuflarse, o bien entre la espesura o bien entre las selvas de la sabana,
aunque a veces adolece de cierta ingenuidad
y acaba chasqueado. Un proverbio sumerio nos recuerda la historia de Androcles
y el león: “El león no ataca al hombre que conoce”. A pesar de su fortaleza, para los sumerios no
siempre el más poderoso es el que gana. En una fábula muy popular, una cabra es
cazada por un león. Ella, aterrada, le
promete que a cambio de su vida le entregará a varias compañeras suyas, con lo
que el felino llenará mucho más la tripa. Antes de ir hacia el corral, el león
le pregunta su nombre a la cabra y ésta responde: “Mi nombre es
Tú-eres-inteligente”. Cuando llegan al corral, el león suelta a la cabra y ella
se refugia tras la valla, se vuelve hacia el león y dice: “Tú me has soltado. ¿Has sido realmente inteligente? Pues no sólo
no te daré ningún carnero, sino que ni yo misma me quedaré aquí”. Suponemos que hay una intención chistosa, que
se nos escapa, entre el nombre de la cabra y la alusión a la inteligencia del león…
Como vemos, algunas historias cambian, y otras
demuestran que no hay nada nuevo bajo el sol.
En el transcurso de la transmisión oral, hay historias que se pierden. ¿Existe la posibilidad de recuperarlas para que puedan ser contadas de nuevo?
ResponderEliminarBuenas. Me ha gustado esta introducción a las fábulas ¿sabes si hay alguna publicación (en español o inglés) que recopile estos textos?
ResponderEliminarGracias, ánimo y hasta otra.